jueves, 18 de noviembre de 2010

Reflejo en la oscuridad II

Arranca trozos de mi alma a cada carcajada. Me desquicia, se ríe de mi, de mi maldición. Su cara desfigurada por esa horrenda mueca hace que me hierva la sangre de rabia. Sólo quiero que se calle Que me deje en paz. Que con su desaparición termine mi tormento. Pero continúa ahí. Todo mi cuerpo se estremece adolorido, comienzo a perder la razón. Enfurecido, lanzo con todas mis fuerzas el cenicero de metal en el que apoyaba mis colillas. El ruido del impacto me devuelve algo de la cordura perdida.
Una leve fisura se abre en el lugar del golpe, fracturando el espejo en dos, pero sin llegar a romperlo. Miro más allá de la grieta. Ha dejado de señalar, su expresión se ha vuelto más seria, frunce el ceño encolerizado. Comienza a sangrar, de su frente emanan cataratas de un rojo tan oscuro que parece negro. La bestia herida ruge con rabia y con una fuerza sobrenatural golpea el otro lado del espejo buscando venganza. Siento como voy perdiendo las fuerzas, su intenso grito hace que pierda el equilibrio. Ni siquiera puedo intentar huir, cada vez parece más próximo a romperlo. Un horroroso vacío en mi interior me advierte de que algo va a ocurrir.
No me equivoco. A pesar del potente aullido, ambos lo oímos. Es inevitable, forma parte de nuestra existencia, atemorizándonos a cada segundo de vida. Ha dejado de gritar, ya no golpea el espejo, incluso parece que no le importa la herida de su frente. Su expresión se ha tornado en aquella diabólica mueca. Lo oigo llegar, casi preferiría enfrentarme a la imagen del espejo. Está cerca, lo noto a mi alrededor. Él también. Siento como el pomo de la puerta gira lentamente, asumo mi final y cierro los ojos esperando que sea rápido.
Los abro impaciente, mi puerta sigue cerrada. Está de espaldas, nunca antes me había dado la espalda, sin embargo eso no me preocupa. Su puerta está abierta, pero no alcanzo a ver que hay al otro lado. Se hace el silencio, noto como mi corazón cada vez late con más fuerza. Él ni siquiera se mueve, está parado mirando al otro lado. Por un instante gira la cabeza levemente, mostrándome una imagen que me deja helado. Sus ojos, que antes estaban llenos de odio y locura, ahora, horrorizados, piden la redención. Vuelve a fijar la vista en aquella horrorosa visión. Se frota la cara con las manos desesperado y da un último grito de terror, que es engullido al instante por la oscuridad.
Caigo de espaldas ante lo sucedido. Es imposible, los espejos reflejan la luz, pero este la ha absorbido toda y ahora es un objeto opaco de color negro. Acerco mi mano cuidadosamente hacia el cristal. Está frío. Intento forzar la vista para ver más allá de la oscuridad, pero es inútil. Pego la cara al cristal para buscar algún sonido en el otro lado. Algo roza mi cara, me aparto asustado.
Ahora lo veo con claridad, está ahí. A pesar de la oscuridad lo veo moverse entre las tinieblas. Su carcajada es inconfundible, reclamando mi alma allá donde vaya. No dejará de atormentarme nunca. Las luces de la habitación comienzan a parpadear. Rezo porque no se apaguen, pero es inútil, cada vez el lapso de oscuridad es más largo. Algo sale del espejo, la oscuridad que absorbió el otro lado, intenta entrar en mi habitación.
Cada vez lo oigo más cerca, susurrando mi nombre a mis espaldas. Me rodea con sus oscuras manos. Intento escapar, pero no hay luz, no hay puertas. Ni siquiera sé si estoy en mi habitación. Está en todas partes, riendo, llamándome. Me rindo. Es imposible evitar lo inevitable. El abrazo de la oscuridad es abrasador. El dolor y el horror se mezclan en un sentimiento indescriptible que me despoja de todo. Estoy perdido en la inmensa oscuridad. Siento que mi final llegará en unos instantes, sigue riendo a mi alrededor. Atraviesa mi interior con su fría mano y por primera vez se muestra ante mi. Su cara se graba a fuego en mi mente. Me desvanezco mezclándome en la oscuridad.
Despierto de nuevo en mi habitación con el corazón en la garganta. Este infierno continúa. ¿Estoy condenado a vivir este tormento durante toda mi vida? Grito desesperado. La muerte es un privilegio que no se me concede. Por un momento miro el espejo, es extraño, algo ha cambiado. Me levanto de la cama sobresaltado. No reflejo ningún tipo de imagen sobre el espejo. Pero eso no es lo que más me atemoriza. La habitación está diferente a hace un momento. Como si le hubiesen dado la vuelta, no logro comprenderlo.
No paro de darle vueltas al asunto. El cuarto ha cambiado su orientación, pero es prácticamente imposible. Me acerco un poco más para contemplar el otro lado. El recuerdo de mi reflejo atraviesa mi mente. Comienzo a temblar horrorizado. Es imposible que esto suceda. Todo lo que hay alrededor es el perfecto reflejo de mi habitación. Me he convertido en mi reflejo. No sé si reír, gritar, llorar o hundirme en la más profunda desesperación. En mi cara se dibuja una horrible mueca fruto del horror vivido durante tanto tiempo. Ya nada importa.
Señalo el espejo mientras me río a carcajadas. El pomo de la puerta comienza a girar por última vez.