– Póntelas.
– ¿Cómo?
– Ponte las gafas.
– No.
– Hazlo.
– ¿Por qué?
– Para ver el mundo como es.
– Así está bien. El mundo es más bonito
cuando no puedes apreciar todas sus imperfecciones.
– Ese mundo que dices es completamente falso.
El real se compone de esas imperfecciones que evitas. No ganas nada mirando
hacia otro lado, el mundo va a seguir estando ahí tal cual es, aunque tú no
quieras verlo.
– La ignorancia es felicidad.
– El saber es el poder de cambiar las cosas.
No te escondas más, no sirve de nada hacerlo.
Suspiró profundamente desde la cama. Alargó
la mano para recoger los anteojos con el suficiente cuidado de que su mirada no
atravesase los cristales. Pensó en si aquello iba a cambiar algo, si el simple
hecho de ver el mundo como era iba a hacerlo mejor. No sabía bien que hacer,
las apartó temeroso del poder que desprendían y se pasó las manos por la cara.
En ese instante se dio cuenta, entre otras
cosas, que no tenía nariz.