miércoles, 24 de febrero de 2016

Miedo

– ¿Cuándo fue la última vez que hablamos?

– Lo sé. Perdón por desaparecer. No me ha ido del todo bien.

– No te vistas de penitente todavía. Estamos aquí, ¿verdad?

– ¿Lo estamos?

– Qué tonterías dices. ¿Estás bien? Te tiemblan las manos.

– ¿Bien? No entiendo que significa estar bien, no sé si realmente hay algo como estar bien. Jugamos con estos niveles que no representan más que las letras que los componen. Bien, mal, normal. Últimamente no siento nada parecido. Y desespero sentado en mi habitación, mirando a oscuras un reflejo que apenas reconozco. Porque tengo miedo. Miedo a que un día no sea capaz de autoconvencerme de que es posible aguantar un día más. Miedo a que cada vez sea más difícil hacerlo. Miedo a todas esas horas perdidas sin poder moverme porque mi mente es náufraga en este cuerpo. Miedo, más que nada, a darme cuenta de que nada de esto es real. A que no existas en ningún lugar más que en mi cabeza. A no existir yo. A estar mirando todo esto a través de una pantalla, y que un día, aburrida de la misma historia, la apagues. Miedo. Sí, eso mismo. Miedo a girarme un día y haberte perdido para siempre. Y que tú ni siquiera te des cuenta de ello.

– Pero existo y quizá sea eso lo que más miedo te da.