lunes, 24 de enero de 2011

El fuego de los dioses

Se despertó con el corazón golpeando fuertemente su tórax, sudaba como si hubiese estado corriendo y le dolían los músculos de lo agarrotados que los tenía. Había soñado. No un sueño de placer, ni tampoco una horrible pesadilla. Había soñado que era alguien con ganas de vivir. Escondido entre sus sabanas, aquel minúsculo punto en una mancha del universo notaba un extraño calor que provenía de su interior. Un calor que quemaba de una forma agradable. Un calor que fluía con el latir de su corazón. Había soñado que su nombre había atravesado el cielo como un trueno, impactando con fuerza en la historia, haciéndose oír con su atronador estallido. En ese momento, aún estando despierto, sonrió. El fuego que ahora llevaba en su interior lo llevaría a lo más alto, como había soñado, sería alguien digno de admirar. En aquel sueño, todos sus esfuerzos habían valido la pena, todo lo que había hecho le había sido recompensado. Pero como todos los sueños, acabaría desvaneciéndose y a la mañana siguiente ese fuego se apagaría. Sin embargo, la noche siguiente su corazón volvería a encenderse con la voracidad del mismísimo Sol.