jueves, 28 de septiembre de 2017

XX

A la sociedad nunca le importó,
lo que tenía que contar.
Me encerró en un silencio,
del que no podía escapar.

Dolía tanto, tanto,
que olvidé hablar.
No entendía el mundo,
no quería despertar.

De un sueño nació,
al principio, un leve rumor,
luego, más fuerte, la negación.
Hasta que el grito irrumpió.

Ese sueño que brillaba,
un lugar que añoraba.
Todo eso, que tanto esperaba.
En esas sombras tan delicadas.

El grito se desvaneció, empezaron las risas, la emoción,
una nueva vida, el latir de mi propio corazón.
Ahora sólo conozco unos ojos,
que ven más allá de este caparazón.
Una piel, que explica el mundo,
al roce con la mía.
Un amor, que me ha devuelto la vida.

XIX

Qué mal la vida,
qué mal el ayer.
Todos cogidos de la mano,
evitándonos caer.


Había quien saltaba,
y nadie sujetaba.
Quizá caer era la solución,
y nos sujetábamos,
a la perdición.


No había más luz,
que la de nuestros cuerpos.
No había más calor,
que el de tus manos.

No había suelo.

Perdimos pie antes
de plantearnos caer.

Fue entonces cuando,
sonriendo, dijiste,
llena de vida, dijiste.


Que caer sólo fue el pretexto,
para conocernos.
Que llevábamos cayendo,
todo este tiempo.