martes, 27 de agosto de 2013

Caminemos

 ¿A dónde vamos?

 Tú deberías saberlo, vas primero.

 ¿Cómo?

 Tú guías, yo te sigo.

– Qué tontería, eso no significa nada

– Ah, ¿no?

– No, si tú en algún momento hubieses querido seguir otro camino lo hubieses hecho.

– Entonces... ¿a dónde vamos?

– A ningún sitio.

– Perfecto.

lunes, 12 de agosto de 2013

Piel de atardecer

La nostalgia llena mis días como la cicuta lo hizo con la copa de Sócrates. Se extiende por todo el cuerpo, me nubla la vista y entumece mis extremidades. Sería genial deshacernos de los recuerdos, olvidar quiénes fuimos, qué hicimos y a quién conocimos, olvidarlo todo y empezar de nuevo. Pero eso es imposible, cada experiencia en nuestra vida echa raíces dentro de nosotros como una maldición que nos obliga a revivir cada momento una y otra vez.

Cada vez que cierro los ojos noto la calidez del sol en mi cuerpo, esa calidez de los días de verano cuando éramos niños y nada más. Con las yemas de mis dedos rozo la húmeda tierra sobre la que me encuentro y acaricio cada brizna de hierba con suavidad, erizando mis brazos con su aspereza. Aspiro el aire como una bendición, manteniendo su fresco sabor en mis pulmones tanto como puedo para devolverlo después a la infinidad de donde procede. A través de mis párpados consigo ver el atardecer, un atardecer de malvas, rojos, naranjas y dorados que se cruzan entre sí dando lugar al más bello paisaje; algo que sólo es posible en nuestros sueños, o recuerdos. Entre el atardecer y mi visión aparece una figura moldeada por los límites del decorado, dando lugar a una piel que sólo podría nacer con esa luz difuminada por las lagunas de mi mente. Parece flotar a cada paso, sus movimientos son ligeros como lo serían las nubes si pudiésemos tenerlas en nuestros brazos. Se va deshaciendo poco a poco mientras se acerca, intento levantarme para evitarlo, pero es inútil. Antes de desaparecer para siempre nuestras miradas se cruzan. En ese instante veo la tristeza que hay más allá de esa sonrisa y esos ojos, una tristeza que atraviesa mi corazón con tanta fuerza que lo rompe, y con él, el sueño.

Al abrir los ojos el calor se convierte en frío, el frío de la lluvia que recorre mi cara, el frío del sudor que empapa mis miedos, el frío de un lágrima recorriendo mi mejilla.