lunes, 13 de junio de 2011

Noche de primavera

A él nunca le han gustado los compromisos. Odia todo lo relacionado con calendarios, horarios, tareas y deberes. No le gusta sentirse atado a nada ni a nadie. Ama lo simple por encima de lo complejo. Siempre ha tenido la confianza en que vivir la vida a su manera es el único modo de vivirla.

Pero la gente no lo entiende. No comprenden que el hecho de llegar tarde o pronto a algún sitio no le quite el sueño. Y por mucho que lo intente explicar nadie parece escucharle. Ellos piensan que es un desidioso holgazán. Ni siquiera se interesan por sus gustos, por lo que él quiere, no saben que hace las cosas porque quiere, no porque debe. Juzgan su moral y lo llaman infantil, soñador, evasor de la realidad. Siguen sin entender

La primavera no le desagrada en absoluto. Le encantan sus colores, olores, el calor de la tarde y los muchos días de descanso que consigo trae. Pero para su padre cualquier excusa es buena para realizar cualquier tipo de actividad. Esta vez, ha supuesto que sería interesante que la familia fuese a la feria y así, que los pequeños pudiesen divertirse.

No le molesta la feria, no le molesta tener que cuidar de sus hermanos pequeños. Le molesta la actitud totalitaria de su padre. Si le hubiesen preguntado quizá hubiese aceptado ir. Pero no, se lo habían impuesto directamente como un deber. Sin la más mínima oportunidad para negarse. El hastío recorre todo su cuerpo de una manera abrumadora.

Tomando como pretexto la urgente necesidad de ir al baño consigue separarse de todos y escabullirse entre la gente. Camina durante un largo trecho esquivando payasos, niños y adultos. No hay ningún lugar donde descansar y eso le inquieta. Las personas caminan y caminan, dando vueltas al mismo circuito una y otra vez. Estúpidos Se queja.

Conforme se aleja del centro de la feria se va encontrando con menos gente, los puestos cada vez están más alejados unos de otros y las luces ven reducida su intensidad considerablemente. Mientras camina hacia el final de la feria ve algo que lo perturba.

Ve a un joven igual que él. Prácticamente la misma persona. Pero no es su parecido lo que le perturba, si no los pequeños detalles que los diferencian. Porque aunque lleven la misma ropa, a su otro yo parece pesarle menos. Aunque sus ojeras sean del mismo tamaño, las de su otro yo parecen esconder una expresión de felicidad. Aunque su peinado esté igual de revuelto, el de su otro yo es mucho más rebelde. Mientras sus puños escupen golpes de impotencia, los de su otro yo le llevan a golpes hacia un nuevo día. ¡Eso es! Piensa. Él es libre Sentencia. Conforme sale de la sala de espejos una sonrisa se dibuja en su cara.

¿No le parecen mágicos estos espejos? sonríe el encargado de la atracción.

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