viernes, 27 de mayo de 2011

La hoz, el martillo y esa jodida manzana

Me despierto con la cara pegada al suelo, literalmente, el sudor actúa de una manera bastante más rápida que la cola. Debo de haberme desmayado por estar tanto tiempo en el huerto. El sol es un verdadero fastidio para los que tenemos este oficio. Me siento en una silla mientras me aclaro la garganta con un poco de agua y limpio el sudor con la camisa.

¡Joder qué calor! Exclama mi cuerpo ante la fiereza de los últimos días de mayo. Aún con todo, me mantengo sentado en la pérgola mirando el indefinido paisaje. Indefinido de lo aburrido que es, todo el cielo azul, ni gota de aire y 35º cayendo a plomo sobre el suelo. Quizá debería estar haciendo otra cosa, algo más productivo, pero tengo una manzana.

Una manzana roja, reluciente, fresca y recién cogida del árbol. Me faltarían adjetivos para decir lo sabrosa que está y seguramente provocaría un enfrentamiento con los más fanáticos seguidores de Hemingway. No es tiempo para la verbórrea, ni para deleitarse enunciando adjetivos.

Con el primer bocado lleno mi boca de jugosa dulzura. El segundo acompaña al primero añadiendo un amargo toque a la piel del fruto. En cambio, algo cambia en el tercer bocado, lo dulce se convierte en asqueroso en el instante en el que me percato del pequeño inquilino. Aquel morador de la pulpa de mi manzana se percata de que le estoy mirando.

– Yo la vi primero – se excusa.

Sin salir de mi asombro masco pausadamente lo que queda de manzana. Me limpio la comisura de los labios con algo de papel y miro a aquel curioso fenómeno de la naturaleza. No sobresale más de un centímetro de la manzana, pero aún así tiene el valor de enfrentarme. Por suerte, creo no haberlo mutilado.

– ¿Qué haces en mi manzana? – pregunto estúpidamente buscando una respuesta convincente.

– ¿Tu manzana? – exclama bastante ofendido – En un primer instante la manzana sería del manzano, de donde tú cobardemente la has arrancado.

– Es que ese es mi manzano – contesto molesto ante la desafiante actitud del insecto – Es más, diría que prácticamente este es mi huerto.

– Mio, mio, mio y mio, vosotros siempre estáis con lo mismo – clama acaloradamente – Pues entonces quiero que sepas que TU huerto está en MI tierra. Es más, nosotros aprovechamos más la fruta que vosotros, además, siempre acabamos compartiendo con otros organismos.

– ¡Joder! – exclamo – Debe de haberme tocado el único maldito gusano sindicalista de todo el territorio.

– De raíces marxistas – vuelve a pregonar.

– Lo que sea.

– ¿Lo qué sea? – comienza de nuevo – Eso es lo que siempre esgrimís los conformistas como tú, ésta es mi manzana y de aquí no me vas a mover.

En ese momento comprendo que es preferible un pasajero mal sabor de boca que un pasajero revolucionario dando lecciones de moralidad. El sabor tampoco es tan malo, mucho mejor que aguantar al hermano Lenin dando charlas sobre propiedad. Mientras termino la manzana oigo las llaves de la casa, el último trozo se me atraganta y caigo al suelo. Entre golpes y toses consigo hacer bajar el pedazo maldito del fruto, pero ya es demasiado tarde.

– ¡¿Quién eres tú y qué cojones haces con mis manzanas?!

2 comentarios:

  1. Tengo la extraña sensación de creer q anteriormente había comentado esta entrada... un "deja vú" quizá? jaja
    En fin, me alegra saber q tu blog no se ha perdido y que sigues entre nosotros... un espléndido lavado de cara. Me gustaa el cambio... y la entrada, puaff, sin palabras ^^

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