domingo, 20 de noviembre de 2011

Turno de noche II


Se despertó con sabor a cobre y tabaco. Un hilo de sangre bajaba por su frente tiñéndole la vista de rojo. Le pitaban los oídos como si hubiese estado en un bombardeo. La bañera donde había pasado las últimas horas olía a muerto. Sintió ganas de vomitar, pero resbaló al salir, manchándose entero con la cena de anoche. Tardó en recuperar el equilibrio consiguiendo ponerse en pie con ayuda de la pared. La pileta estaba casi tan sucia como el agua que escupía el grifo. Tras pensárselo unos segundos, metió las manos en aquel mejunje amarillento y se frotó la cara con vehemencia. Seguía sin ver las cosas claras.

Le dolía la cabeza a rabiar y no recordaba nada de lo que había sucedido. Aquel baño tenía una ventana. La abrió intentando recordar donde estaba. Era de noche y la ciudad de los criminales, robos, asesinatos y el olor a naftalina y cloaca lucía con su peculiar verde contaminación. No lograba entender por que estaba en un bloque de pisos de la zona más marginal de la ciudad. Aunque realmente era difícil distinguir lo marginal entre tanta mierda.

Se sentó dolorido, Si algo sabía a ciencia cierta era que aquello que estuviese buscando le había propiciado una buena paliza. “Sólo el de arriba sabe si es un buen precio a pagar” sonrío dejando brotar la sangre acumulada en sus más que obvias heridas internas. Buscó algo en los bolsillos de su gabardina. Un encendedor con una estrella grabada, en la cual se podía leer con letras doradas The lucky one. Encendió un cigarrillo para intentar calmar la situación. La primera calada entró en sus pulmones como mil clavos ardiendo, tosió algo más de sangre. A la segunda calada, el dolor ya le dio igual.

Tuvo un tiempo para recobrar las fuerzas. Intentó recordar varias veces lo que había ocurrido en las últimas horas, pero cada vuelta al pasado le devolvía a los mareos y a ese maldito pitido en los oídos. Desistió, y tras acabar el pitillo pensó que sería mejor buscar algún indicio en el lugar donde se encontraba antes que esperar a que se iluminase el maltrecho cerebro.

La puerta del baño hizo el mismo sonido al abrirse que el que haría un gato siendo despellejado vivo. Había perdido el jodido factor sorpresa, pero para su suerte aquella ratonera estaba vacía. Solos él y las moscas arremolinándose sobre la basura. No había mucho que hacer en aquel lugar, el pasillo conducía a una sala un poco más grande con sólo una mesa en el interior. Había ido a parar a un maldito piso franco. Su suerte dejaba que desear. Ojeo por encima algunos de los papeles que había encontrado. La luz parpadeaba de manera intermitente como si intentase mantener un último suspiro.

Entre todo aquel papeleo encontró algo realmente interesante. Números de cuentas asociadas a compras de armas, drogas y putas. Rió por lo típico que era todo aquello en esa jodida ciudad. La puerta se abrió interrumpiendo su lectura con un sonoro portazo.

– ¡Tú...! – el rostro de aquel matón se volvió blanco – ¿Cómo es posible?

– Una simple paliza no podrá conmigo, imbécil – intentó dar algo de ánimo a la conversación y así evitar un tiroteo, él iba desarmado.

Fue inútil, el atónito rostro del criminal se ocultó tras un calibre del 44. Tragó saliva intentando buscar salida a aquella situación. Aquel descerebrado dispararía a la mínima ocasión, no estaba preparado para morir, pero joder, tampoco se iba a echar a llorar ahora.

El portazo que dio el alarmado pistolero había hecho de la bombilla que iluminaba el salón un vaivén constante. Un péndulo de luz intermitente, cansado de brillar, como todo en aquella ciudad. La balanza se inclinó a su favor, una vez más. La bombilla se fundió en el instante preciso y tuvo tiempo para noquear al hombre armado, evitando el disparo y huyendo a toda prisa.

No entendía nada. Le seguían pitando los oídos. Peto tenía las pruebas, ojalá fuese eso lo que había ido a buscar pues no pensaba asomar la cabeza fuera de casa por una temporada. El esfuerzo de bajar las escaleras, la adrenalina descargada durante el forcejeo y las múltiples lesiones le pasaron factura. Perdió las fuerzas al llegar a la calle. Hacía mucho frío y no sabía bien donde se encontraba. Al menos nadie se preocupaba por un hombre herido en aquella ciudad. Cayó de rodillas y empezó a toser sangre, intentó encenderse otro cigarrillo, pero había comenzado a llover. Miró con sumo desprecio a los nubarrones que tenía sobre su cabeza. “Vaya mierda de suerte” pensó. O no. Un coche paró en seco delante suyo, la ventanilla del conductor comenzó a bajar, desvelando unos fieros ojos verdes.

– Sube.

No se fiaba. ¡Joder! Nadie en aquella ciudad hacía algo sin pedir nada a cambio. Pero su descenso al jodido infierno había empezado tras despertarse en aquella bañera. No le importaba saltar al vacío de nuevo. Subió al vehículo y antes de cerrar la puerta ya habían salido de allí perdiendo el culo. Su salvadora no le quitaba la mirada de encima desde el retrovisor. Iba bien arreglada, mejor que él, eso seguro. Tez morena y mirada fría. Su tipo, si no fuese por las circunstancias. Se encendió, ahora sí, un cigarro.

– Siento haberte estropeado la tapicería – rió mostrando su boca teñida de rojo.

– ¿No te duele? – preguntó extrañada.

– He tenido días peores – comentó animado.

– No lo creo... – insistió en voz baja.

– Créeme si yo te...

El choque de carrocerías no le dejó terminar la frase. Otro vehículo, más grande y parece que más resistente, los arrolló desde un lateral, aplastándolos contra la pared de lo que parecía ser una iglesia.“Dios, tú siempre en medio” se quejó entre todo aquel caos metálico.


5 comentarios:

  1. Joder... Que bien escribes O.o Si tienes tiempo podías pasarte por mi blog, estoy empezando una historia, a lo mejor hasta es pasable y te gusta xD http://elmisteriodeloselementos.blogspot.com/

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  2. No entiendo el verdadero sentido de la historia. Entonces, ¿La araña logró tomarse la mermelada o no?

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