martes, 14 de octubre de 2014

Princesa de barro


 ¿Y cómo es?

 No lo sé. 

 ¡Ah! ¿Entonces existe algo de este mundo que realmente no sabes?

 Lo sé todo de este mundo. Es lo que me intriga. Es extraño. 

 No lo entiendo. 

 Ni yo, es como si fuera de otro mundo, un sitio totalmente distinto a este. Cuando la miro fijamente durante un rato noto como si las líneas de su figura se difuminasen, como si estuviese mirando a través de un pantalla. No encaja en ningún lugar que no sea un cuento de princesas de esos que siempre acaban en final feliz. 

 ¿Entonces? 

 Nada. Somos completamente distintos. ¿Princesas? Por favor. Yo quiero el mundo como es, con su suciedad y su barro. Un mundo que no es más que una masa uniforme de cuerpos que se tambalean al son de la más triste de las canciones. Lleno de ese sarcasmo y escepticismo que cala en la tierra como la peor de las lluvias ácidas. Prefiero que me tiren el humo a la cara y ahogarme en este mar terrenal. Que rompan con todo, que escapen a cualquier plan. Quiero perder los nervios y que me ayuden a encontrarlos. Soy de volverme loco todos los días y tener horrorosas pesadillas en las que estoy cuerdo. Voy a quemar mi cerebro a fuego lento con ese trance psicodélico que me ayuda a seguir muriendo día a día. Arranquémonos la cara y dejemos de pretender que tenemos identidad propia. Mi vida es un eterno descenso al Maelström y es un viaje al que no todos se acostumbran. No soy un príncipe, y nunca lo seré, probablemente nunca sepa quién soy. Sólo vivo con la esperanza de que algún día dejaré de hacerlo. Y ese es el único final feliz posible.

1 comentario:

  1. Estúpido Maelström, ¿Cuándo nos dejará en paz?

    Me ha gustado que mezcles a Pretend y a Pretender. Hace al texto aún más anguloso. No por las angulas, sino por los ángulos.

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