lunes, 11 de enero de 2016

V

No hay nada, 
que abra esa ventana. 
El cristal, opaco, 
ignora mi llamada. 
Muerta la pasión, 
ya no hay nada, 
tras esa ventana.

El polvo se acumula, 
sobre mi alma, 
y sobre unos ojos, 
que derraman pánico, 
por el tiempo, 
vivido, 
con descontento.

Que se paran en esos barrotes, 
que en mi mente guardan, 
toda la vida que ahora me falta. 
Nunca me di cuenta, 
que la ventana no importaba, 
cuando tras la puerta, 
estaba todo lo que añoraba.

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